El hombre nace, y todo su propósito es su satisfacción propia. Si se dedica a la Torá, procurará solo complacer a su Creador.
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El hombre nace como un asno salvaje, que todo su propósito es su propia satisfacción y no tiene ningún deseo de otorgar en absoluto. Y clama! todos los actos del Creador son para mi y para mi satisfacción, pues quiere tragarse el mundo entero para su propio beneficio .y ventaja.
Por eso el Creador condujo tormentos difíciles y amargos en el recibimiento para sí mismo, impresos en el hombre desde su nacimiento, tanto físicos como mentales.
De modo que si se dedica a la Torá y las Mitzvot (mandamientos) aunque sea para su propio deleite mediante la Luz en ella, le hará sentirse las terribles bajezas y corrupción que hay en su naturaleza de recibir para sí.
Entonces procurará diferenciarse de esta naturaleza de recibir y dedicarse completamente a trabajar solo para complacer a su Creador.
Sólo hay una meta: complacer al Creador. Esto sólo es posible mediante el otorgamiento, al volvernos como Él.
¿Qué quiere la madre del bebé?
Ella quiere sentir la reacción de él como es normal que provenga de una persona pequeña: una sonrisa, un movimiento hacia ella. Esto es un placer para ella. La madre quiere ver la manifestación de las cualidades humanas en el bebé, señales de progreso.
Y nosotros tenemos que aprender de este ejemplo.
Esto es lo que el Creador quiere que hagamos, y así podemos darle placer a Él.